viernes, 28 de mayo de 2010

VOCAL "E"

ELEFANTE


PRÍNCIPE E

El príncipe E es el segundo hijo de los reyes del País de las Letras. Os lo voy a presentar enseguida para que lo conozcáis. ¡Aquí lo tenéis!. Los pelos tan revueltos le dan aspecto muy travieso. En realidad no para un momento, siempre esta correinado de un sitio a otro. A veces va atolondrado , sin mirar por donde anda, ni lo que pisa o derriba en sus carreras.

Le gusta mirarlo todo con detenimiento antes que nadie, porque es muy curioso y siempre está preguntando :Esto, ¿qué es?, ¿para que sirve?... Esa señora ¿Qué quiere?. Además, como es muy despistado, no se cuenta de cuando le llaman. Nunca se entera a la primera. ¿Eh?, contesta, “¿Eh?, responde siempre dos o tres veces antes de enterarse de lo que le dicen. Por eso le llaman el príncipe E.

No le gusta estarse quieto en su habitación. Disfruta mucho más en el jardín del palacio, del que conoce cada rincón, por ser tan curioso. Pero, como es muy despistado, a veces mete el pie donde no debe, o pisa las flores sin darse cuenta.

Por eso, en cuanto llega, el jardinero, ya no puede trabajar: sólo está pendiente de que no se haga daño al tropezar con una piedra o de que no se caiga al estanque de cabeza.

Le encanta coger la manguea de riego, abrirla y dar vueltas con ella, mojando las plantas para que no pasen sed. ¡Imaginaos cómo lo pone todo! Raro es el día que no tiene que cambiarse ropa porque sube hecho una sopa…

Una vez le regalaron un elefante de verdad, pequeñito, y, aunque ha crecido mucho, sigue siendo su mejor amigo. Conoce a la gente de palacio y ellos a él, así que no se asustan. Con los niños, juega a lo que ellos quieren. Tampoco se asustó el erizo con el que una noche se tropezó en el jardín. Se pinchó porque no sabia que era aquellos, pero ahora son buenos amigos.

Cuando el príncipe E se quiere montar encima del elefante, éste se pone de rodillas para que él se suba como si estuviese ascendiendo a una montaña. Al llegar arriba, dice muy fuerte:”Timbo, arriba, levanta!”, y Timbo se levanta obediente y empieza a caminar. Así pasan las horas y horas sin cansarse ninguno de los dos.

¿Por qué siempre estoy subido a mi elefante?...Pues porque desde aquí se ven requetebién todas las cosas que están más altas que yo; ya so contaré. Veo las peras maduras de los árboles y ¡puedo cogerlas!, ¡qué ricas!. Veo los nidos de los pájaros y cómo nacen los polluelos rompiendo un poco los huevos con el pico… Veo las campanas de las torres que saltan de alegría: ¡Talán, talán, talán!. Todo es muy divertido.

A sus hermanas les daba mucha envidia, y si le pedían una pera o que las subiera un rato al elefante, se hacía el despistado con su acostumbrado:”¿Eh?, ¡Estoy tan alto que no oigo nada!.

Entonces sus padres le advirtieron que si no dejan jugar a sus hermanas iban a regalar al elefante al circo, y el príncipe no tuvo más remedio que dejarlas subir: la princesa O, que no estaba muy en forma y tenia algunos kilos de más, se cansó mucho al intentar subir y luego se cayó rodando por la cola cuando el elefante echó a andar, así que dijo muy enfadada:”Esto es muy cansado, me aburro y no quiero intentarlo más”.

En cambio, la princesa I. como rea tan ágil y delgada, subía y bajaba muy deprisa sin caerse. Aprendieron a bajar por la trompa del elefante como si fuera un tobogán. Subía por la cola y se deslizaban por la trompa.

En verano, el elefante se colocaba al lado de la piscina y, al bajar, los príncipes caían dentro del agua con gran alegría y alboroto.
Otras veces, si había jugado mucho y estaban llenos de polvo o barro, el elefante llenaba su trompa de agua y, cuando estaban descuidados, les daba una ducha: ¡qué bien!, ¡qué divertido!” decían E e I, y volvían a empezar. Se llevaban tan bien los dos y corrían tantas aventuras juntos que sus padres comenzaron a disfrutar de sus travesuras….

Como ya conoceremos a los reyes y a sus hijos, mañana empezaremos a saber quienes son los demás personas del reino que muchas veces los acompañan y ayudan..., ¿de acuerdo?.

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